domingo, diciembre 17, 2006

Cinco soles de furia

Debo reconocer que nunca supe para qué sirve la Primera Comunión. No me interesa. Como tampoco lo supe a los diez años de edad y me tocó cumplir con el sacramento católico.
Lo verdaderamente importante e inolvidable de mi Primera Comunión era compartir con mis patas del colegio esa emoción de participar en un antiguo rito cristiano que nos obligaba a vestir horrendos ternos blancos y a soportar largas horas portando un cirio encendido, un libro de oraciones y un ramo de flores, para luego inmortalizarnos en la foto del recuerdo bajo la imagen de San Juan Bosco, patrono salesiano.
Son recuerdos de inclusión social y de camaradería que nunca se borran de la memoria.
Eso fue lo que quiso Nelson Canales Yupanqui, nacido hace apenas diez años en Ayacucho, y que fue excluido de su Primera Comunión por no pagar los cinco soles que exigía la Iglesia.
Nelson no soportó perder su Primera Comunión. La depresión lo empezó a matar cuando no pudo compartir esa ceremonia de inclusión social con sus patas del colegio. Se murió de pena cuando fue excluido porque ni sus padres ausentes ni su abuela en su pobreza pudieron juntar esos cinco miserables soles.
Dos días duró su pena. Cogió el raticida con el que espantaba a esos bichos que compartían la miseria de su vivienda y se lo tomó de un solo trago.
¿De qué hablamos cuando hablamos de paz y prosperidad en Ayacucho, si un niño como Nelson se suicidó porque no tuvo cinco soles para su primera comunión?
Pienso en las 33 iglesias que tanto he promocionado como atractivo turístico de Ayacucho, y me dan asco. Pienso en los profesores de Nelson que ignoraban su pena. En los burócratas de siempre que de un plumazo recortan los presupuestos de colegios como el de Nelson. Pienso en los maestros del Sutep que se niegan a ser evaluados y que ignoran tragedias como las de este niño ayacuchano. Pienso en los 1.800 dólares que costó la inscripción en el CADE de la inclusión.
Disculpa nuestra indiferencia, Nelson, pero tu suicidio nos hace mucho pero mucho más pobres de lo que nos negamos a reconocer.


Roberto Ochoa.

1 comentario:

David Hoyos dijo...

cuanta soledad